Expertos de todo el mundo coinciden en que la economía circular es la mejor vía para ayudar a preservar los recursos del planeta. Pero, ¿por qué la necesitamos? Al día de hoy, hemos agotado casi por completo todos nuestros recursos naturales; y, mientras se prevé que para 2050 habrá 9 mil millones de habitantes en el planeta, el reto es claro: satisfacer las necesidades de agua, alimentación, energía y vivienda, entre otras, de la población mundial con el mínimo impacto para el medio ambiente.
Sin embargo seguimos lejos de alcanzar este objetivo, y si se quiere cumplir con el Acuerdo de París sobre limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados, no bastará con impulsar acciones más contundentes para disminuir las emisiones de CO2, sino que será necesario alcanzar una tasa cero para el 2070: cero emisiones cuando nos movemos, comemos o calentamos nuestros hogares y/o lugares de trabajo.
Si bien la innovación tecnológica ha ayudado a reducir el impacto humano al medio ambiente, estos esfuerzos no serán suficientes. Si no se cambia la forma en que el ser humano se relaciona con el planeta, pronto enfrentaremos graves consecuencias como el agotamiento de la biodiversidad, la escasez de agua o el desabasto de alimentos, por citar algunas.
Es aquí donde la economía circular nos puede ayudar a cambiar nuestro estilo de vida por uno más sostenible. Y es que se cree que este concepto sólo se refiere al reciclaje, no obstante es mucho más que eso; este modelo puede ayudarnos a modificar nuestra cotidianidad a través de un verdadero cambio de paradigma económico y social basado en los siguientes 7 pilares:
Uno de los grandes retos en este rubro es el reciclaje de plásticos, dada la inmensa cantidad que se generan. En la mayoría de los casos el plástico es “down-cycled”, es decir, que la manera en que se recicla hace que pierda valor en comparación con su estado inicial.
En ese campo de acción, actualmente la compañía Veolia está convirtiendo mil millones de botellas de plástico en la ciudad de Rostock, Alemania -uno de los países más avanzados en cuanto a reciclaje-, en granulados que se utilizan para fabricar nuevas botellas. Los beneficios son sorprendentes: más de 31 mil toneladas métricas de petróleo y miles de metros cúbicos de agua se ahorran cada año a través de este proceso, al tiempo que se reducen los costos de
suministro y transporte de materias primas. Convertir la basura en materiales es la mejor manera de evitar la sobreexplotación de los recursos naturales.
La reutilización consiste en reintegrar algún producto al ciclo económico en su estado original ya sea vendiéndolo o regalándolo, la reparación permite la posibilidad de dar un segundo uso a los productos en mal estado, y la recuperación se refiere al aprovechamiento de los componentes de un producto en otros ciclos de diseño.
Se refiere a la mutualización de bienes, servicios y otros. El consumo colaborativo se ha desarrollado rápidamente en los últimos diez años; en particular, permite maximizar el uso de los productos y extender su vida útil.
La economía funcional busca valorizar el uso de un producto en lugar del valor del producto en sí. Es decir, tendríamos que preguntarnos si realmente necesitamos ser propietarios de un automóvil o si sería más funcional sólo alquilarlo durante el tiempo que se requiera.
Esta técnica implica diseñar un producto teniendo en cuenta el ciclo de vida de cada uno de sus componentes para que puedan ser reciclados o reutilizados al final de su vida útil. Un ejemplo es la cubierta de cocina que Veolia y Castorama en Francia han desarrollado con materiales 100% reciclado, compuesta en un 35% de madera y 65% de plástico. Gracias a los conocimientos técnicos de Veolia, los residuos almacenados del corte de los productos vendidos se recolectan y procesan para producir una nueva materia prima.
Este modelo invita a las empresas y las comunidades a adoptar una política de compras responsables, teniendo en cuenta los criterios ambientales en sus decisiones. Se debe prestar especial atención a los métodos de extracción de recursos, considerada la fase más contaminante.
El objetivo es conectar a los actores en el mismo territorio para optimizar el intercambio de flujos de energía y materiales entre ellos. Por ejemplo, el centro de recuperación de desechos del puerto de Le Havre, Francia, suministra energía a las industrias vecinas e incluso recicla el CO2 emitido por el sitio.
Cada actor puede incidir en la transformación de los patrones de producción y consumo: fabricantes, empresas, municipios, el Estado, asociaciones y, por supuesto, ciudadanos.
Por otra parte, el papel de los estados y las autoridades locales también será clave para el desarrollo de la economía circular, ya que al establecer un marco regulatorio y legal favorable ayudan a transformar nuestro modelo económico a gran escala.
No obstante, es importante recordar que todos podemos contribuir para transformar el planeta a través de la economía circular y pequeñas acciones, como pláticas con las personas que nos rodean -amigos, familiares, colegas- para concientizar de esa manera sobre la importancia de cambiar nuestra forma de vida.
Preservar el planeta es una responsabilidad global que debe intensificarse pronto y no esperar a resentir los primeros estragos pues podría ser muy tarde.
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